(miembro del colectivo de inmigrantes de Intersindical Canaria)
Si bien los procesos migratorios son parte constituyente de la historia humana desde que los humanos pisamos la faz de la tierra, lo que si es una novedad es el intento de control y la penalización de la migración proveniente de los países más pobres del mundo con destino a los países supuestamente desarrollados.
Si uno analiza los datos, es en los años 90 y a partir de la implementación a escala planetaria del modelo de libre mercado a partir de la caída del muro de Berlín y la entrada al mundo global y de pensamiento único, que se intensifica la diáspora proveniente de Latinoamérica y África con destino a Europa y los Estados Unidos.
El impacto del denominado modelo “neoliberal” en América Latina, significó la prácticamente pulverización de las incipientes industrias nacionales, el agrandamiento de la brecha entre ricos y pobres, y la desaparición de una buena parte de las clases medias que pasaron a ocupar un lugar en los cinturones de exclusión social.
Sin duda, el creciente desempleo y la intensificación de la pobreza alimentaron la necesidad de buscar soluciones a la vida de las personas del otro lado del mar. Esta situación, en el casi del África se hace todavía más dramática por la intensidad de conflictos armados y hambrunas provocadas por el control de los recursos naturales de pequeñas élites locales fomentadas y estimuladas por las empresas transnacionales del llamado “primer mundo”.
En un primer momento y hasta hace poco, los países europeos y Estados Unidos fomentaron estos flujos migratorios que surtieron a sus economías de mano de obra barata y población joven que equilibre tanto sus desgastadas pirámides poblacionales como sus sistemas de seguridad social. Sin embargo tuvieron el cuidado de generar a través de un creciente racismo y xenofobia institucional basado en una sistemática implementación de mecanismos burocráticos que limiten el acceso de los nuevos vecinos a derechos y prestaciones sociales y los mantengan en la parte más baja en cuanto a niveles de ingreso, calidad del empleo o acceso a servicios sociales. Generando un sistema económico y social similar al de la antigua Grecia con ciudadanos nativos con acceso pleno a los derecho y los llegados de afuera integrados al mercado laboral siempre en los trabajos peor pagados y privados en mayor o menor medida de la condición y situación de ciudadanía.
A pesar de esta situación de precariedad, los inmigrantes han sido capaces de generar un excedente de recursos que en forma de remesas son enviados a sus países y que, si bien aquí resultan exiguas, dada la asimetría económica global, en los países de origen no solamente llegan a ser la base de sustento de un porcentaje importante de familias, sino que se constituyen en la primera o segunda fuente de ingresos en las cuentas nacionales de países como Ecuador, Bolivia ,Colombia, el Salvador, Cabo Verde, Senegal o Sierra Leona por mencionar algunos de una lista muchísimo más grande.
No obstante, estos verdaderos sacrificios humanos de los colectivos inmigrantes si bien son un aporte indudable a las economías nacionales de los países empobrecidos del mundo, no solamente no rompen con la injusticia estructural del orden mundial sino que, inclusive la fortalecen por tres motivos fundamentales que se exponen a continuación
1. El excedente cautivo
La mano de obra inmigrante, como ya dijimos, se incorpora al mercado de trabajo en condiciones precarias y de sobre explotación, además en muy pocos casos logra emprender proyectos autónomos, por lo que el excedente de su trabajo es apropiado por sus empleadores europeos. Es así que quien realmente y en mayor medida se beneficia con el esfuerzo y el sacrificio del trabajador inmigrante es el empresario local, que ve incrementado el rendimiento por medio de la imposición de jornadas de trabajo mas largas por menor salario, y reduce costos al evadir en muchos casos el pago de beneficios sociales. Inclusive ante las trabas administrativas que implica convalidar grados académicos para los recién llegados, suele beneficiarse de mano de obra calificada por un costo inferior a la que no lo es.
2. Bajos ingresos e incorporación de la mentalidad consumista
Como vemos, el excedente del trabajador inmigrante es apropiado por el empresario, analicemos ahora qué pasa con su salario. Los que emprendemos proyectos migratorios, a la hora de tomar la decisión tomamos en cuenta en gran medida los posibles ingresos que pueden obtenerse trabajando en los países ricos, lo que no meditamos en igual medida es el costo de la vida en dichos países. Es así que la gran parte del salario del trabajador inmigrante se queda en el país de destino para solventar gastos de sobrevivencia.
A esto debemos agregarle que las economías capitalistas están diseñadas de tal forma que sea prácticamente imposible vivir aquí sin incrementar el nivel de consumo respecto al país de origen. Es prácticamente imposible vivir y trabajar en Europa o Estados Unidos sin incorporar elementos de consumo que allá son accesorios pero aquí son imprescindibles (telefonía móvil, comisiones bancarias, mayor gasto en ropa, gastos de transporte, etc.). En definitiva la vida en estas sociedades implica ingresar en lógicas de intensificación del consumo sin las cuales, la exclusión social y laboral se hace más fuerte para el inmigrante.
Esto nos permite afirmar que el dinero que cruza el mar y llega a los países de origen producto del trabajo del inmigrante es residual en comparación a lo que se queda aquí alimentando las fauces insaciables del mercado de consumo que dinamiza este tipo de economía
3. La prevalencia de los bienes de consumo sobre la inversión
Finalmente si analizamos el destino de las remesas, podemos observar que estas se destinan mayoritariamente a gastos de consumos que aseguren la supervivencia de la familia del inmigrante antes que a la inversión sea esta económica o social y que incida en una transformación de la realidad social o económica de la sociedad emisora.
Inclusive podemos observar que una parte de este consumo se orienta a bienes y servicios provenientes de empresas transnacionales con presencia en los países empobrecidos. Por lo que, de alguna manera ese dinero vuelve también a los países ricos ayudando a incrementar las brechas entre unos y otros.
4. El codesarrollo una propuesta con la pata coja
Samir Naïr, el principal impulsor del concepto de codesarrollo lo define como:
Una propuesta para integrar inmigración y desarrollo de forma que ambos países, el de envío y el de acogida, puedan beneficiarse de los flujos migratorios. Es decir, es una forma de relación consensuada entre dos países de forma que el aporte de los inmigrantes al país de acogida no se traduzca en una pérdida para el país de envío”. Naïr proponía, en consecuencia, una estrategia de actuación basada en la implicación de la población inmigrante en el desarrollo de sus países de origen:
Si bien una primera lectura de la definición planteada por Nair nos lleva a una reflexión positiva en el sentido a posicionar por una parte el aporte de los inmigrantes a la sociedad de acogida y, por otra la responsabilidad de los mismos para con su país de origen, el hecho de obviar del análisis las estructuras tanto de dominación de países ricos sobre países empobrecidos y las estructuras de explotación de los trabajadores en las sociedades industrializadas generan una fragilidad en el concepto que permite su fácil manipulación y que, este en la práctica se convierta en uno más de los tentáculos del gran calamar llamado orden económico mundial para acentuar la dependencia de las economías de los países empobrecidos.
Si partimos de que el excedente del trabajo asalariado y precario del inmigrante es apropiado a través de la explotación por el empresario del país de origen, si sumamos a esto que, de su salario el inmigrante destina a las remesas un porcentaje residual en comparación a lo que se deja en consumo en el país de destino, podemos ver que si bien en conjunto las remesas son de enorme importancia para los países de origen, solamente representan una parte residual del beneficio que deja el trabajo del inmigrante que queda, en gran medida en manos de las empresas de los países desarrollados, sea vía explotación o sea vía consumo.
Si a esto le sumamos que en los países de destino estos ingresos cubren gastos de sobrevivencia de las familias, pedirles a los inmigrantes que en lugar de asegurar el día a día de sus familias, destinen el dinero a gastos de inversión, es al menos irreal y hasta cierto punto excesivo
Lo que ya resulta inadmisible, es que dentro de este marco sea la llamada “cooperación internacional” quien pretenda gestionar estas remesas apropiándose de dineros privados y ensanchando ficticiamente el exiguo porcentaje (en promedio 0,30%) que los países ricos destinan a dicha cooperación y que está sin duda muy por debajo de lo que facturan sus empresas en los mismos países.
Es así que, si no se cuestionan las bases mismas del orden económico mundial de explotación y asimetría, cualquier propuesta se convierte en mero maquillaje de la realidad.
Es importante recalcar el hecho de que en la situación actual, el deterioro de la economía de los países desarrollados, está ampliando los bolsones de exclusión del sistema, dentro de los cuales se puede observar una serie de grupos sociales más vulnerables socialmente, estos si bien incluyen a los colectivos de inmigrantes, también implican otros sectores poblacionales como los jóvenes, los mayores, las familias monoparentales, el creciente número de desempleados y otros sectores que van surgiendo a medida que se puede ver que la gestión de la crisis va más por el apoyo a los empresarios y banqueros que a los sectores sociales desfavorecidos.
En síntesis, podemos decir que, para impulsar el concepto de inmigración como fuente de desarrollo económico no podemos cerrarnos en ver solamente la situación de las personas inmigrantes, sino que debemos pensar en prácticas económicas alternativas que abarquen al conjunto de la población desde la lógica de igualar a todos independientemente de su origen, tanto en el disfrute de los derechos como en la responsabilidad de las obligaciones, en el marco de entender el desarrollo económico sostenible como un derecho de las personas y los colectivos humanos. Para ello será necesario al menos:
- Generen alternativas de economía cooperativa y socialización de los medios de producción que impidan la explotación de los trabajadores sean estos inmigrantes o no.
- Fortalecer la conciencia en prácticas de consumo responsable que se opongan a la implantación de esquemas mentales basados en el consumo insaciable.
- Facilitar que en lugar de querer echar mano de las ya exiguas remesas de las familias, se generen condiciones para que se pueda potenciar un flujo de inversión productiva y social en los países de origen que permita generar en éstos procesos de desarrollo económico sostenible.
- Facilitar mecanismos de comercio justo que hagan posible que el resultado de esta inversión producto las experiencias de economía cooperativa pueda ser comercializada en términos de precio justo en los países del llamado primer mundo.
Sólo desde esta perspectiva, se podrá evitar que las familias cada vez más empobrecidas y excluidas sean la mano de obra barata, precaria y (en tiempos de crisis) prescindible, de la maquinaria económica mundial.
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